
"Comunión: participación en lo común. Trato y comunicación de unas personas con otras. Acto de recibir la Sagrada Eucaristía. . Congregación de personas que profesan la misma fe religiosa. " dice el diccionario Ramon Sopena que encontré en lo de Ani.
Hoy hacen ... bueno, unos cuantos años que tomé mi primera comunión. Tenía 6 y ninguna idea de lo que estaba haciendo, ni de lo que quería decir.
Pasaron los años y siempre elegí a mis amigas con quienes me resultaba fácil comunicarme. E ignoré a otras a las que ni siquiera me esforcé por acercarme.
Ayer nos reunimos todas las que compartimos casi diez años de nuestras vidas. Esos años que forman, que dejan marcas para siempre. Años en los que se arraigan las fortalezas y las inseguridades, donde se forma desde la letra hasta el carácter, las culpas hacen raíces, los miedos estragos, la fe se hace mística o se derrumba en un agnosticismo a ultranza. Y después, con todo eso encima, se vive. Como se pueda. Y la memoria borra para poder resurgir cada día en una persona nueva.
Nos costó reconocernos. Casi tuvimos que presentarnos. Algunas con una vejez renegada, otras con una hecha a medida, otras con la tristeza en los ojos y en los surcos de la cara, y otras con una sonrisa sana, noble y auténtica, de esas que invitan a aproximarse. La memoria actuó rápidamente y acomodó cada una de esas caras en los bancos del colegio, en la forma en que acostumbraban a pararse para dar la lección, en el lugar que ocupaban en la fila.
Me sorprendió que tantas de las que no me sentí cerca en su momento se acordaran de tantos detalles de mi persona y me preguntaran por mi familia y guardaran en albumes tantas fotos y recuerdos en los que me vi siempre incluída.
Sentí un poco de culpa. Por no haberlas disfrutado a todas en su momento. Por no haber compartido más sus risas y sus vidas. Y las valoré una por una.
Hay un factor común en todas nosotras. Como una hermandad que nos asemeja sin discriminar. Se sintió esa energía de comunión. La vivimos. Y fue por fin una comunión que comprendí y viví con intensidad.
Hoy iremos algunas, las que nos resta fe o no nos fijamos en eso, a la Misa del Colegio. Donde tantas veces llegamos al misticismo, anudamos los cinturones de los guardapolvos de unas con los de las otras y desatamos las trenzas de las del banco anterior o nos robamos alguna boina para que no nos pincharan el carnet porque nos faltaba la propia. Me encantaria que estuviéramos todas y pudiéramos comulgar. Con ese sentido que hoy le encuentro.
No va a poder ser. Porque muchas no irán y porque las que iremos no estamos todas invitadas al banquete porque la Iglesia elige a quienes pueden acercarse a su mesa. Pero muy en silencio mi mente me llevará hacia el altar, imaginaré a todas en fila, juntas. Y mi esfuerzo será tan grande, que no quedará ninguna sin tomar esta noche en La Inmaculada, su primera comunión.