domingo, 26 de junio de 2011

Debi haber dicho

- Qué pensas?
- Que sería buenísimo comer una brótola a la parrilla mirando el mar
- En José Ignacio
- Dale.

No era verdad. No estaba pensando en eso.
Pero sí era verdad, estaba buenísimo ir a comer una brótola.
Para qué querer traducir una idea que solo es eso, una idea. Y que además puede cambiar en milésimas de segundo por otra opuesta y convivir sin cuestionarse nada.

Porque qué mejor que comer la brótola, mirando el mar y dejar que la mente se vaya cuando quiera y a donde quiera?

Mentiras

Ni el ruido del mar ni el del viento alteran el silencio interior.
Tampoco Celso Fonseca puesto a mil recien bajado de internet
Las ideas se mezclan, insólitas, permitidas, deliran, de pronto aparecen certezas, después se diluyen. No hay tiempo, todo vale. Si, si , eso era. Y el lenguaje interior intenta ordenarlas
- Qué pensás?
- Eh?
- No, pensaba que a veces la verdad no es siempre la verdad
- ?
Imposible volver a rescatar la idea. Tenía vida adentro. Parecía clarísimo. Pero se enfrenta a la mente del que escucha, se intenta adaptarla, vestirla para que salga afuera. Y ya es distinta. Las palabras la traicionan.
POrque se contaminan con la interpretación posible del otro, por la intención de ser comprendido, por traducir. Eso, traducir una idea en palabras.
Traducir una idea en palabras es traicionar la idea.
Es casi tan irreverente como traducir de un idioma a otro
Nos la pasamos escuchando mentiras que traicionan las ideas. Mentiras sin intención, claro.
Estoy tergiversando mientras escribo esto
No es lo que quería decir.
Sería mejor escribir un cuento, perderse en la ficción, y allí escondida en algún párrafo se adivinaría la verdad.
O componer una canción
O pintar un cuadro de este mar revuelto y gris y dejarse llevar.