lunes, 6 de octubre de 2014

Un impasse en el amor

Traducido del francés . Diálogo con Pascal Quignard, mi último flash amoroso.



- Ayer morías por mí…
- Muero, Pascal, muero. Pero es tal la intensidad, que me encandila
- Sumergíte conmigo en lo invisible
- Es que justamente, estoy encandilada por tu sombra errante, necesito mi espacio, verme
- Te presto mi mirada
- Me intimida
- ¿Te atemoriza la muerte? Sin embargo la vecindad con la muerte puede ser más viva que una vida consagrada a escapar de ella.
- Me atrae la idea, pero necesito escapar en una historia, una ficción, una novela
- Tengo una para contarte: un pescador viudo sale de su casa y se encuentra con su mujer muerta, la sigue y le pregunta si aún lo ama…ella le dice que no...
- A veces no se puede amar igual después de la muerte,  no quiero pasar la barrera. Necesito tiempo.
- El tiempo es un invento humano, no existe
- Mejor, así nos reencontraremos y será un hoy, real.
- Todas las vidas son falsas…
- Por eso, Pascal, necesito una narración, es lo único que está vivo, son tus palabras, no las mías...
- Y te la estaba dando…
- Para llevarme a tus sombras. Errantes. Adiós Pascal, hasta que la relatividad del tiempo lo decida. Te dejo por mi próxima novela

lunes, 14 de julio de 2014

El valor de la insignificancia



Muy influenciada por "le maître" y su "Fête de l´insignifiance", cruzo el río en barco, de vuelta a Buenos Aires, subrayando el libro.  Una voz de hombre muy próxima, interrumpe mi concentración. Me saca de los detalles imperdibles que quiero retener.  Levanto la cabeza y, pasillo de por medio, veo al inoportuno:  un señor mayor -así lo habría llamado yo hace unas décadas- con el diario en la mano, le  lee a su mujer, sentada a su lado, una nota sobre  la final del Mundial de Football. Ella, con su Iphone entre las dos manos, sonríe en silencio. Ni un comentario. Ni una interrupción. El continúa, se detiene de tanto en tanto para formular una pregunta… ¿al periodista que escribió la nota?  Y él mismo se encarga de responder. Ella calla,  la cara radiante. Sus dedos pulgares tienen la velocidad de la luz.  De pronto él, sin darse cuenta, lee unos segundos para adentro. Ella no reclama que continúe. Yo aprovecho y vuelvo a mi libro, retomo un párrafo y me doy cuenta de que la idea esencial se me había escapado. De golpe la voz grave del cada vez más orgulloso lector resurge. Nadie lo contradice , nadie le cuestiona nada. Se siente entretenido, acompañado, su situación es ideal.  Ella feliz con su teléfono. Yo furiosa. Hago un esfuerzo para no decirle que a nadie le interesa su lectura más que a él y que para eso, hay un método ideal: leer en silencio, que su mujer igual va a seguir en su mundo y el resto de los pasajeros agradecidos. Me tapo un oído y con la otra mano sigo sosteniendo el libro. No sirve, claro. Lo odio.
Renuncio a mi lectura y me detengo a analizarlos. Lo que ella sabe hacer, seguro que naturalmente, es descartar todo lo que entra en sus oídos carente de interés y pasarlo a  nivel inconsciente. Para disfrutar de lo que realmente le interesa. Y él, no necesita que nadie lo escuche, le gusta leer en voz alta, discutir con el periodista, responderle y darse siempre la razón a sí mismo. Le molestaría tremendamente que ella hablara o lo interrumpiera. No la necesita.
De eso se trata  la insignificancia. Aprender a quererla es un arte. Indispensable para una existencia feliz. "No es posible cambiar este mundo, ni reformarlo, ni detener su desgraciada carrera hacia adelante. Sólo hay una resistencia posible: no tomárselo en serio" Salut, Milan! 

domingo, 23 de marzo de 2014

Peligro, cincuentona de buena posición a la mesa


Perdón que la ilustración no sea exacta. No era él. Era ella. Una señora que pasó hace muchos los cincuenta. De las que luchan con el paso del tiempo. Rubia, pelo largo. Saquito atigrado. Sandalias con enormes plataformas. Anillos. Rolex.  Marido, en los sesenta, con gorra con visera y  remera rosa Lacoste. Almorzando frente al mar. En José Ignacio.
Nuestra mesa le daba la espalda al lateral de la de ellos. Que además estaba un escalón más arriba. La señora luchaba denodadamente con una corvina - pesca del día- a la parrilla. Atacaba con el cuatridente en alto. Se metía un bocado en su trompa prominente. Mientras, seguía la conversación con su pareja haciendo ademanes con el cuatridente en alto. Para aseverar más sus ideas, gesticulaba también con el cuchillo. Percibí el peligro y me puse de costado. El cuatridente casi se mete en mi pelo. Tomé distancia. La miré. Imaginé su auto, acorde con su vestimenta. El lugar adonde se dirigiría después de almorzar. Imaginé sus exigencias a la hora de conseguir el candidato para su hija mujer. Sus pretensiones como ciudadana, como socia de un club, el esmero que habrá puesto en el momento de seleccionar hace años el colegio para sus hijos. Y me volví a alejar para evitar que un pedazo de corvina viniera a parar a mi plato. Me distraje de mi ensoñamiento cuando vi que la señora estaba en problemas. Una espina se había metido entre sus dientes y con sus impecables uñas de su índice y su pulgar, recién esmaltadas de fucsia,   libraba una batalla campal para extraerla de entre sus molares. Sin dejar de discutir con su marido una idea que no pude acabar de entender. No porque no pudiera oírla, sino porque me desconcentraban el manejo de sus armas de mesa y su conflicto con el esqueleto del pez. Me fui alejando cada vez más hasta asegurarme de estar a salvo.
Mientras masticaba, sus cubiertos seguían en alto. Los codos apoyados sobre la mesa.
Cuando pidieron el café, me relajé.
Tenía el teléfono listo para sacarle foto. No a su cara, por supuesto, pero sí a sus manos con los cubiertos en alto. O tal vez filmarla. Pero mi marido se puso incómodo y desistí.

lunes, 10 de febrero de 2014

Escuchá mamá, creo que te equivocaste

No hay nada mejor que poder decirle a la madre -o al padre-, antes de que ya no nos pueda escuchar, el mal que nos hizo. Porque siempre hay algo. Hasta el padre más ejemplar, hasta la madre de los tangos cometen errores. Ese castigo injusto, ese descontrol que terminó en una paliza, algunos egoísmos -porque a veces hay que crecer junto con los hijos y el impulso de vivir choca con la necesidad de entrega-las ausencias, la sobreprotección, la falta de confianza, la frialdad. Las peleas entre los padres. Desigualdad con los hermanos. La exigencia desmedida.
Ser padres es difícil y tiene razón de ser.  La imagen de un padre perfecto es intolerable. No hay con que darle.  Su hija nunca encontrará un hombre que lo iguale. Y para el hijo es un ejemplo demasiado alto a seguir. Porque en algún momento hay que cortar, desprenderse y decir : yo no voy a ser como ella, soy distinta, eso sí que no lo voy a hacer con mis hijos. O jamás seré médico como mi padre, o si lo soy voy a actuar totalmente distinto. Necesitamos los errores de los padres para sentir que podemos superarlos. O simplemente que tengamos el impulso enriquecedor de ser diferentes.
Yo nunca le podría haber tirado a Guadalupe, mi madre, todas las cosas que me molestaron de ella, menos todavía lo mal que me hacía su tristeza, su posición de víctima. Se habría muerto en el acto, o habría hecho un escándalo tan grande que el diálogo no se podría haber llevado a cabo.
Porque cuando un hijo nos hace el reclamo hay que tomarlo con tranquilidad, no defender lo indefendible, a lo mejor explicar la circunstancia que nos llevó a obrar así, para poder comprendernos un poco a nosotras mismas. Para no vivirlo con culpa, siempre convencidos que lo amamos infinitamente. Porque si nos perdonamos podremos ser viejos felices y no joder a nuestros hijos con nuestras culpas.
Cuando ese diálogo se produce, pasa algo mágico. La distancia con el hijo se hace chiquita, caemos del ridículo pedestal en el que nos había puesto cuando era un niño, él puede subir un poco, igualarnos, superarnos. Y volar. Con toda la fuerza de nuestras equivocaciones y de nuestro amor.
En ese momento nuestra misión está cumplida. Se ha formado un adulto que se sobrepuso a nuestros errores y que tuvo el valor para enfrentarnos. Al escucharlo y entenderlo  se sintió muy querido y muy cerca. Más no podemos darle.
Cuando iba leyendo "Carta al padre" de Kafka, pensaba que bueno pero que bueno que pudo decirle todo eso, aunque sea escribiéndolo ya que no se animó nunca a enfrentarlo. Un padre tan desvalorizante, tan imposible de sobrellevar que lo hacía sentir de verdad un insecto. Bien Franz, bien,  pensaba. Y trataba de imaginarme a semejante señor leyendo lo que al fin, ese hijo tan talentoso, se había animado a plantearle.  Así, tan claro, tan bien analizado.
Después me enteré de que, lamentablemente, su padre nunca lo leyó.
Igual pienso que le debe haber hecho bien a Franz escribirlo. Sin siquiera tener intención de publicarlo. Porque escribir es poner en un papel -o en una compu- cosas que si llevamos encima nos empiezan a quedar incómodas. Sin embargo,  una vez transformadas en palabras, en historias, nos ponemos livianos y le hacemos más lugar a la imaginación y a la felicidad.

domingo, 12 de enero de 2014

¿Diálogo?

- Sabés lo que estaba pensando hoy? que hace mucho que no vamos a la costa
- Tendríamos que ir en auto, pero pensé que si lo cambio, no me va a quedar resto para...
-  El resto del día estuve leyendo.  Flaubert, lo descubro de nuevo porque cuando lo leí hace mucho no me daba cuenta de que…
. Yo leí en el diario hoy que se va todo a parar a la mierda…
- Una mierda es lo que hay en todas las radios. Yo estoy escuchando FM SKY,  lástima que algunos temas no son originales.
- Yo superé mi récord original:  corrí 10km hoy!! y no sabés qué calor hacía
- Con este calor, no me banco mas a Susana, se lo dije…
- Yo  también se lo dije, a Raúl, creo que entendió que no podíamos trabajar juntos
. Yo no voy a trabajar mañana, quiero aprovechar para hacer trámites.
- Hay que hacer los trámites, hablaste con tu vieja por lo del departamento?
- No, mañana  la llamo, después de hacer los trámites porque no se si me va a dar el tiempo
- Yo no se si voy a tener tiempo para correr mañana, tengo que empezar desde temprano con los franceses que vienen a las 8am
- Hace mucho que no hablo en francés, debería encontrar con quien hablar.
- Hablale a tu vieja, si no le va a dar el departamento a tu hermano
- No me gusta vivir en departamento, me siento encerrada
- El que va a quedar encerrado para toda la vida es el portero ese, que parece que mató a la pendeja, no más.
- Hablando de pendeja, tu hermana, cuantos años se cree que tiene?
- Hablaste con mi hermana?


domingo, 5 de enero de 2014

"De" o "no de", esa es la cuestión





- No,  al final no vino. Dijo de que se le había hecho tarde porque tuvo que ir de José, el primo ese que vive en Italia.
- ¿Cual?¿ ese tan divertido? Ah, ¡pero con ese la pasa de diez! Podés esperarlo sentada si está con él. 
- ¿Vos decís que mintió, que ya tenía pensado no venir? Es muy raro porque él no es de hacer esas cosas.


Y ahí va el "de" cada vez metiéndose más donde no le corresponde. Tal vez con la intención de economizar palabras. Porque claro, que una persona sea o no de hacer algunas cosas es más rápido que decir que acostumbra o no a hacerlas. Ir al consultorio del médico o ir a lo del médico es un derroche comparado con el italiano  "ir del doctor".
Pero si se ahorrara esta preposición después de enunciar lo que dijo alguien, no estaría mal, sobretodo los periodistas a quienes les encanta ponerla - junto con el que-  después de confesar, decir, anunciar, investigar y tantos otros verbos que no la necesitan. Es más, la rechazan, hacen mal al oído.

Y después están los que tienen terror de usarla mal y entonces deciden suprimirla. Basta de "des", como en francés. Preferible caer en un galicismo que usarla de más. Y entonces dicen

- Se encargó que viniera (en lugar de se encargó de que viniera)
- Se dio cuenta que se había equivocado ( en lugar de se dio cuenta de que se había equivocado)

Ya me dirán muchos que los idiomas están vivos, que no son lenguas muertas como el latín o el griego que nadie los habla. Lo que pasa es que esa vida que tienen es siempre para empobrecer, para aceptar errores, asumirlos e incorporarlos. Si se pronuncia mal una "p" o una "b" antes de la "s" mejor la suprimimos y listo. En el uso de una lengua hay  mucha lógica, que ayuda a razonar, a pensar y si nos rendimos frente al que no la tiene, vamos para atrás.

Eso pienso cuando escucho hablar cada vez con más errores. Y los corrijo mentalmente. Creo que me voy a intoxicar