
Hablo de todo tipo de amor. Y cuando digo perfecto a lo mejor quiero decir completo. O total. Lo que quiero decir es que nunca se da en una sola persona. En un amigo, en un hijo, en una pareja, en un hermano.
Un amigo saca de nosotros la parte más soñadora, otro saca nuestra parte más terrenal, otro saca lo peor de nosotros. Uno despierta un amor ternura, otro un amor más apasionado, con otro todo es paz, otro nos saca de quicio. De alguien nos enamoramos de una manera, de otro , de otra totalmente distinta. Funciona como imanes con distintas polaridades. Unos atraen una parte de nuestra personalidad, otros la opuesta. De pronto descubrimos que también podiamos ser de esa manera, que teníamos oculta una faceta que sólo funciona cuando estamos con esa persona. Y descansa cuando estamos con otra.
No somos iguales con cada uno de nuestros hijos. Y no es algo cuantitativo. Es diferente nuestra relación. Ni mejor, ni peor. O sí, a veces mejor con uno, otras con otro. Pero siempre es ese juego de despertares y adormeceres de nuestra psiquis.
Y siempre a cada uno de esos amores, a su vez, le falta algo. Que lo tendrá el otro. Para ser completo.
Eso hace pensar que el amor perfecto, total, no existe.
Sin embargo sí.
Si tenemos la capacidad de incluir a todos nuestros amores en uno solo.