viernes, 6 de abril de 2012

La muerte de Jesús

El colmo de la incomprensión es que te maten por no entender.
Jesús murió de soledad intelectual y espiritual. Nadie entendía nada, ni los que lo torturaron y crucificaron con el odio y la violencia típicos de las masas enardecidas e incultas, ni sus amigos que lo acompañaban pero sin saber mucho de qué se trataba. Y si alguno los apretaba un poco, el miedo no los dejaba ser leales. Todos los que lo rodeaban eran muy elementales, no entendían cuando él se tomaba el trabajo de explicarles con parábolas, con cuentitos tomados de historias parecidas a las de ellos, una forma de ver la vida en la que tenían que dar vuelta la cabeza 180°. Imposible.
Su estatura intelectual sólo despertaba una admiración que lo hacía cada vez más peligroso, política y socialmente.
Su  mansedumbre no encajaba con el espíritu guerrero y competitivo de esa sociedad.
Su espiritualidad chocaba con la religión.
Su amor a todos, hasta al enemigo, su perdón, su predilección por las prostitutas y por los pecadores los dejaba desubicados, sin saber a donde iban.
Algunos se dejaron llevar, sin entender y creían que los iba a ayudar con sólo tocar su manto. De eso se trataba y Jesús los premiaba sacándoles un peso de encima.
A veces salía a relucir su temperamento fuerte, su intolerancia a la mediocridad como cuando les desarmó a golpes los puestos a los comerciantes en el templo.
Se cansaba, se iba a meditar. Solo. Donde sí era comprendido. Donde el silencio le daba paz.
Y se dejó matar, sin defenderse. Mansamente, perdonando a los que no sabían lo que hacían.
Llevándose con él el alma del ladrón crucificado a su lado, que al menos tuvo fe.
Y después de su muerte horrible en la soledad más desgarradora vino lo peor.
Toda la incomprensión de estos 2012 años en los que se montaron en su nombre una Iglesia muy institucional y poderosa, nada que ver con lo que él predicó con el ejemplo,  el poder, la riqueza, guerras, persecuciones, matanzas y venganzas sin fin.
Sólo las mentes de niño son las que no se cuestionan y creen, como él lo advirtió.
El resto sigue igual que hace 20 siglos.
Cada viernes santo vuelvo a sentir el horror de la incomprensión humana que mató al Hombre  más bueno y más solo que vino a este mundo.
Y si naciera hoy, se repetiría la historia.

4 comentarios:

María dijo...

No es fácil encontrar las palabras para las preguntas de los niños, que en algún momento cuestionan, no es fácil ser coherente, no sé si hoy en día la Iglesia es poderosa, coincido en que hoy en día probablemente pasaría lo mismo. Muy lindo tu mar del domingo de Pascua.
Es una alegría que hayas vuelto a escribir. Un beso

Anónimo dijo...

Todos somos hijos de Dios. Solo nos falta hacer cosas buenas.
Saulo

Anónimo dijo...

Simplemente.....genial!
Cuánta verdad!
Pablo S.

Anónimo dijo...

Que clara tu idea! Cuanto màs simple es tu interpretaciòn que la que pretende darnos la Iglesia. Me llegò enormemente lo que escribiste. Nunca lo habìa visto tan claro! Es cierto, estamos igual que hace 20 siglos y talvez, sin darnos cuenta, tenemos al lado a Jesus querièndonos decir las mismas cosas y nosotros volvemos a actuar como sus discìpulos entonces. Cierro los ojos y veo los del Jesùs de la Catedral de Bahia. Ahì està la verdad.
B