Mi relación con Omar está llegando a un punto crítico.
El edificio a estrenar al que mudé mi consultorio se está poblando. Está construido sobre columnas en las que funcionan espacios al aire libre guardacoches, con espacios corredores y algo como jardines en el medio. Omar los circula desde que eran vírgenes. Va olvidando sus miedos y sus culpas y va adueñándose del lugar. Recibe a los electricistas, carpinteros y arregladores y se comunica con ellos de punta a punta. A los gritos. Lo sufrí un dia, dos, tres. Una semana tras otra.
Ayer decidí bajar y, amablemente, hablar con él.
- Hola Omar, cómo le va?
- Muy bien señora muy bien...!!
- Mire Omar, yo queria decirle...
- Lo que Ud. quiera Sra...!
- Vió que yo trabajo con pacientes con problemas de audición...
- Si, si, Sra...
- Bueno, para algunas pruebas, necesito que haya silencio, y Ud. a veces grita por estos pasillos. O canta...
- .....
- No, yo quería pedirle, que por lo menos los días que yo atiendo, fíjese en tener cuidado de no gritar por acá abajo...
- Discúlpeme Sra... discúlpeme Sra - y me tocó el hombro- yo no sabía.
- Mirando mi hombro- no, ya se, por eso le explico...
- Discúlpeme Sra... no se ofenda... no va a volver a pasar.
- Está bien Omar ( mi hombro por fin estaba libre) sólo quería pedirle ese favor. Me di cuenta de que Ud. no sabía.
- Claro, claro Sra. faltaba más!! Discúlpeme.
Hoy a la mañana pude trabajar con absoluta tranquilidad. Alguna que otra charla en el patio de abajo, pero nada demasiado perturbador.
A la tarde, después de hacer pasar a Luis, el primer turno, empecé a oír a Omar cantando en la planta baja. No puede ser. Ya va a callarse. Pensé.
El volumen de su voz iba in crescendo. No podía discernir si era La Traviatta o el último de Arjona. En mi computadora aparecía el letrero que decía: "No se puede realizar la prueba por exceso de ruido".
Abrí la ventana y lo ví. En el medio del patio. Como si estuviera en el Colón.
Y me salió:
- Luis!!!! (??????????????????????????)
Sentí ( no oí, no escuché, sentí, sí, sentí) que de mi boca salía esa palabra: Luis. No Omar que era lo que quería decir, sino Luis!!!
Y él levantó la cabeza hacia mi ventana. Me miró como diciendo:- Yo me llamo Luis?? Confundido. Temeroso.
Yo no podía creer esa conjunción entre su paranoia y mi alzheimer y estallé de risa.
Luis sentado en mi consultorio, muy sordo, no se enteraba de nada.
Yo no pude decir más nada serio. Tuve que cerrar la ventana.
Omar se quedó mirando hacia arriba. Esperando órdenes y acostumbrándose a su nuevo nombre.
Yo volví a mi actividad, ahogando mi risa