El otro día una amiga me contaba que su suegra, Lola, empezó a ponerse rara. Que vivía sola pero un hijo se la tuvo que llevar a vivir con él, que a lo mejor la internan. Y contó que todo empezó un día en que la empleada que trabajaba en su casa, tocó el timbre. Lola estaba adentro, pero decidió no abrirle. La empleada insistió y ella como si nada. Entonces la empleada, preocupada, fue a la casa del hijo y le explicó a su mujer que su suegra no abría la puerta. Alli fueron las dos con una llave para abrir, preparadas para lo peor.
Lola se sorprendió de que alguien que no fuera ella abriera la puerta de su casa. No le gustó nada. Entonces empezó a gritarle a su nuera, que como se atrevía a entrar asi en su casa.
- Pero Lola, es que nos asustamos, por qué no le abría a Elvira?
- Por que no se me daba la gana! No tengo ganas de verla hoy!!! Y por qué te tengo que dar explicaciones a vos? Y quien sos vos para entrar así en mi casa!! Habrase visto!!! Atrevida!!!
Algunas anécdotas más como esta hicieron que los hijos resolvieran llevarla a vivir a la casa con uno de ellos. Allí la instalaron. Sin dejarla sola ni un minuto.
Una tarde, fueron todos de visita a la casa de la familia de la mujer del hijo. Se trata de una familia humilde, simple. Buenisima gente. Pero Lola cuando se fueron le dijo a su nuera:
- Yo acá no vengo más!!
- Por qué Lola?
- Porque la señora de la casa es sucia, y además, ordinaria.
- Pero Lola, no digas eso de mi mamá!
- Y a mi que me importa que sea tu mamá? Es una sucia!
Me divierten muchísimo estas historias. Casi las disfruto. Siento que la persona a la que vemos enloquecer, hace y dice lo que jamás nos atreveríamos a decir los que estamos cuerdos. Pero no es que no lo pensemos, no es que no tengamos ganas, no es que no nos encantaría reaccionar de esa manera. Pero estamos tan condicionados por el otro. No solo por no hacerle mal, sino por lo que podría llegar a pensar de nosotros. ¿ Cuántos ingredientes intervienen en un acto, en una palabra, como para que se distancie tanto de lo que en realidad estamos sintiendo? Y no digo que no haya que reprimir impulsos agresivos, lo que me pregunto es cuanto nuestra educación nos distancia de lo más primitivo, de lo auténtico.
Me acordé de un paciente al que atendí una vez. Entró al consultorio con su mujer y su hijo. Su hijo me llevó aparte y me aclaró que tenía un Alzheimer incipiente. Le hice los estudios audiológicos y le empecé a probar audífonos. Todo parecía normal. Al evaluar el rendimiento de los audífonos le hice repetir palabras, primero sin audífono. Por supuesto se equivocó varias veces. Nunca supe por qué causa tanta gracia a los demás cuando una persona no oye bien y se equivoca al repetir. Pero es frecuente. Y la mujer de este señor no pudo contener la risa en dos o tres ocasiones. Cuando terminó la prueba, el marido la miró y le dijo:
- Y vos chota? de qué mierda te reías?
Reprimí mi risa. Y mis ganas de aplaudirlo.