domingo, 22 de mayo de 2016

Mi vida en prendas

Cuando me visto y pienso en la que voy a ser dentro de ese vestido, estoy fundiéndome en una prenda para ser ella. Juntas dejamos un rastro imborrable. Somos una. Un par de zapatos, un pantalón con el que nos sentimos seguras, un buen sombrero, nos puede cambiar la noche. O el día, o tal vez, según el efecto producido, el rumbo de una vida.
Como ese viejo jean de corderoy lila que encontré hoy en el baúl de ropa que no uso. Añoré la que fui el día que me lo puse. Será una frivolidad responsabilizar a un pantalón, pero tal vez, sin él, habría dudado,  mi capacidad de seducción bajado algunos puntos, y la vida habría seguido su inercia esperada.
O ese que encontré una mañana de domingo en el Rastro de Madrid.  También envidié a esa otra yo, feliz, bajo una llovizna que apuraba a decidir y lo compré, en un impulso, sin probármelo.
Me puse el sombrero verde que usé aquella noche para ir al teatro y no pude rescatarme. Me había ido confundida en el fieltro de su olvido.
Pagaría un alto precio en años por ser la que tenía puesto ese sacón gris cuando lo conocí en Paris.
Hoy, en el otoño de mi vida, soy otra. Otros trapos me harán jugar nuevos roles.
Y sin embargo soy ellas. Todas.
Vuelvo a cerrar el baúl, bien fuerte, para que no se escapen y dejen un poco de lugar para nuevas historias.

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