miércoles, 25 de diciembre de 2013

Nostalgia

Desde chica la alegría de la Navidad se me mezcló con una tristeza chiquita, lejana, culposa, que hacía un poco ilegal la euforia por los regalos, el derecho a divertirse en la Nochebuena como eso, como la noche "más buena".  El gesto de llanto contenido de mi madre nos recordaba que no se podía ser felices del todo, hasta ahí nomás. Ulpiano, nuestro papá, no estaba, y sin él, no había felicidad completa.
Pasaron los años y siempre alguna ausencia prolongaba ese sentimiento de nostalgia que enturbiaba la alegría del festejo del nacimiento de Jesús. Y no sólo porque se fueron muriendo otros, a veces el ausente estaba vivito y coleando pero en otra ciudad o festejando con amigos. Suficiente para que se instalara ese nudo en el estómago, que se derramara una lágrima en el momento del brindis o que el abrazo con quien se compartía la tristeza se prolongara un poco más.
Después vino la ramificación de la familia. Porque claro, los hijos se casan, hay maridos, mujeres que a su vez tienen padres, hermanos… y la cosa se complica. Hay que elegir con quien festejar. Y llorar a escondidas por los que no están, por la familia tan unida de antes que ahora es sólo una raíz que nos sostiene. Sabemos que aunque un año se optara por volver al tronco y festejar como antes, no sería igual. Y ese es el verdadero motivo de la nostalgia: no se puede recuperar lo que ya pasó.
El que se fue para siempre, se fue. Sólo está en nosotros. Y lo llevamos a todas partes. Con sus chistes, con su música, con su mal humor, con su encanto. Irrecuparable físicamente.
Por eso la cara de Guadalupe
¿Será que el nacimiento de Jesús trajo implícita su irrecuperable pérdida? ¿Y cada 24 y 25 de diciembre sufrimos anticipadamente la nostalgia de su ausencia?
No se, la cosa es que no hay Navidad sin nostalgia.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Gracias Dios



por el aire acondicionado
porque hoy no se cortó la luz
por el alisado definitivo
por Starbucks
por el libro que estoy leyendo que me copa
por poder leerlo en francés
por el Iphone
Por mi Mac Air nueva
por Instagram
por creerme que no soy vieja
por el chocolate
por el vino
por la brótola grille
por la caipirinha
por las ojotas
por Uruguay
por Kris Kristofferson
por Milan Kundera
por Gustave Flaubert
porque siempre hay un perro en mi casa
por mi casa
por mi sillón frente a la tele
por mi miopía
por SkyFM radio
por fantasear con el amor eterno
por Bauti
por Juanita
por Catalina
por Amador
por Torino
y por sus mamás que son mis increíbles hijas
por mi intolerancia
por mi obsesión por las palabras
por mi necesidad de reírme
por mis amigas
por mis amigos
por el mar
por mi adicción a escribir
por un Oso incondicional
por mi responsabilidad
por mi irresponsabilidad
por el cine
por haber vivido los 60 y los 70
y los 80!
por haber sido una nena consentida
por creer
por Mateo y Chiara
por mis hermanas
por whatsap
por Viber
por el moka alto con leche de soja
por Fefo
por el Amor en los tiempos del desvarío
por los amores que me animé a vivir
por mis saltos en paracaídas
por mis viajes
por Paris
por Londres
por Primark
por la familia que armamos con el Oso
por los sordos
por la música
por mi cuarto
por las noches viendo una peli que me gusta
por cada minuto que me reste vivir








domingo, 8 de diciembre de 2013

Cine de los 60´y 70´

O porque Tato las prohibió o tijereteó, o porque no me daban permiso para verlas, el caso es que me perdí muchas películas de esa época.
Estaban los que se iban a Uruguay para verlas, otros las rescataron años después de su estreno. No estuve entre ellos, me colgué, dejé pasar el tiempo.
Me estoy dando un atracón: La dolce vita, El ultimo tango en París…
Los ojos que  hoy las miran tienen más presbicia y menos miopía. Es igual que cuando presenciamos, ya adultos, la rebeldía de un adolescente, su despertar sexual, su atrevimiento que supone único,  su convencimiento de estar descubriendo la vida y estar dispuesto a darnos una lección, a enfrentarse con el atrasado mundo de los adultos. Tanta naïveté en el relato, tan obvios los recursos para mostrar cuanto eran capaces de escandalizar, que me inspiran ternura. Y no es que no se haya atrevido Bertolucci en las escenas  de El Ultimo tango, lo que pasa es que el guión hoy no es creíble.
Y es esa intención de intelectualizar, de hacer cine raro, que rompiera las estructuras de la época, la que me hace sentir como una abuela cuando escucha a un nieto argumentar con la clara necesidad de individualizarse, de hacerse diferente para crecer. Y que acompañamos con una sonrisa, porque ya pasamos por eso.
Así las miro, con la misma expresión.
Y me da pena no haberlas visto cuando todavía me podrían haber resultado creíbles..
En mi viaje hacia el pasado me reencontré también con Hitchock: Psicosis, Vértigo, Marnie y otras esperan en la lista.
Un genio que me sigue atrapando. Todavía miro escenas a través del ojal de un abrigo. Con qué pocos recursos mete suspenso en una historia  en la que nos supo envolver desde el principio. Aunque claro, es tan obvia la influencia freudiana que hacia furor en la época, y de la que ya estamos de vuelta, que también me dan ganas de decirle al viejo: si, si, ya vas a ver cuando crezcas…

¿Me pasaría igual con Woody Allen si lo pudiera rever dentro de 50 años?