Cae la noche y desde el faro de José Ignacio surge una música que va ganando territorio. No solo invade el pueblo, sino los lugares mas tops de la temporada. Comienza al atardecer con temas de los cincuenta y sesenta para terminar, a medida que avanzan las horas, con los que hicieron furor en los setenta. Es tan poderosa que eclipsa todo intento de los DJ más famosos por imponer la suya.
Una suerte de Flautista de Hammelin hipnotiza a los jóvenes que abandonan la rítmica electrónica para bailar al compas de Creedence Clear Water Revival, The Beatles, The Rolling Stones, Trini Lopez y Elvis, como cartílagos danzantes, hasta el amanecer.
Los principales DJ que protagonizan las fiestas más importantes dicen no poder controlar lo que está sucediendo, su música es anulada por la que surge del faro, sin que ningún experto en acústica haya podido explicarlo. Incluso algunos amenazan con rescindir contratos si se les sigue impidiendo seleccionar la suya.
Otro de los misterios que no se puede resolver es la imposibilidad de entrar al faro por la noche. Ninguna de las llaves puede abrirlo. En cambio, cuando la música se va disolviendo con las primeras luces del día, la cerradura vuelve a funcionar, girando la llave sin ningún inconveniente. Se ha inspeccionado el faro de arriba a abajo sin encontrar ningún indicio del misterioso DJ
Los profesionales damnificados sugieren tirar abajo la puerta del faro por la noche o entrar de día y permanecer encerrados para develar el misterio. Pero por simple que parezcan estas soluciones siempre surge algo que frena a los voluntarios que las podrían poner en práctica.
Un pescador asegura que todas las mañanas ve a un eximio nadador dirigirse desde las rocas hasta perderse en el horizonte. Su imaginación, posiblemente poseída por el mito del faro, hasta lo hace asegurar que lo oye silbar mientras nada hasta hacerse un punto en la lejanía.
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