El y yo. Por la vida. Hace 14 años.
Lo acompañe a dar sus primeros pasos cuando no quería ponerse la correa y era redondito y patón. Peludo como un oso.
Me banqué sus ataques a otros perros cuando sus hormonas todavía lo podían y creía que la vida era para guerrear.
Me costaba seguirlo. Hubo quien dijo que era él quien me sacaba a pasear.
Con el tiempo sus prisas se fueron yendo, entendió que pelear no tenía mucho sentido, que mejor a veces callarse. Esas ideas compartimos mientras paseamos. Sin hablar por supuesto.
No necesitamos.
Su sabiduría me gana. Su paso lento y digno me enamora.
Hoy lo acompaño en su vejez. Digna como pocas.
Y de él aprendo. Lo sobreviviré supongo.
Es raro, casi divino, eso de compartir una vida que empezó después de la nuestra y llegó a la vejez antes.
Cuando Atuel ya no esté ( pienso mucho en eso últimamente) seguiré mi recorrido, llevando toda su dignidad hasta el final.