La relación que hay entre la psicología de quien habla y el lenguaje siempre me atrajo.
Y los idiomas cambian. Todo el tiempo. Como cambian las circunstancias y las formas de ver la vida de la gente. Hay muletillas que se ponen de moda. No son casuales. Las que más se usan entre nosotros tienen que ver con la falta de compromiso con una aseveración. Con el no jugarse por una idea. Por eso todo es
como que y no simplemente ES.
"Es
como que estoy cansada. ¿
Me entendés?" Preguntan después, ante la inseguridad de que no haya quedado claro lo que no se tomaron la molestia de aclarar. Porque en realidad está cansada o no?
"Puedo llegar
tipo una" Eso permite llegar media hora antes o media hora después. Porque nadie aseguró que estaria allí a la una. En punto. La misma palabra puede usarse después de alguna explicación para agregarle ambigüedad: "
Tipo que nada. Nada. ¿Me entendés?" Nadie se anima a contestar afirmativamente a esa pregunta. Por varias razones. Porque no se entendio nada y porque el que la formula no lo pretende tampoco. Todo lo contrario, cuanto más oscurito haya quedado todo, mejor.
Otra combinación de palabras muy útil es:
o sea. Sobretodo si se usa después de una oración, dejando después un blanco, como si fueran puntos suspensivos:
"Así me lo dijo. Yo no lo podía creer!,
o sea..." El otro se queda esperando la aclaración que nunca llega.
Y una que me divierte es el uso de
mal como calificativo. Incluso de cosas positivas.
"La pasamos re bien eh? pero
mal... mal... mal!! Porque generalmente vienen de a tres. Se escuchó el primero y no hay que interrumpir porque como bombardeo vienen los otros:
mal... mal