lunes, 14 de septiembre de 2015
Equilibrio y la hora de las estupideces
- ¿ Y a qué se debe tu preocupación por todo, tu estrés?
- No sé, todo me saca de mi eje, me pasa algo físico, tiemblo cuando dos personas están en conflicto, cuando me pongo nerviosa por cualquier cosa.
- Y está bien que estén en conflicto
- ¿Te parece? Si son de mi familia, me destrozo.
- ¿Y, por qué? Fijate las tormentas, son necesarias, la naturaleza está en perfecto equilibrio, vos pensabas lavar el auto, o hacer un asado y se larga a llover. Está bien, entonces hacé pizza. O ravioles. Si hay un conflicto es porque era necesario para que los enemistados aprendan. Ya vendrá la reconciliación. Si son tus hijos, sólo miralos, no tenés que hacer nada. Déjate llevar. La vida es un péndulo, siempre en equilibrio, siempre va para un lado y vuelve para otro. ¿Una inundación? Está bien. ¿Un accidente? Tendría que ser. Nada depende de vos. Vos siempre para donde sopla la corriente. Adaptate y pensé que nada depende de vos. ¿La corrupción, los delitos, los gobiernos? Habrá que esperar que el péndulo llegue a un extremo para que vuelva.
- Coincido, y mi cabeza lo razona así. Pero ¿vos podés aplicarlo? ¿De verdad vivís de esa manera?
- Si. La cabeza hay que usarla lo mínimo indispensable. Es el peor enemigo. Y una parte insignificante de todo nuestro ser. Hay todo un organismo que funciona sin que vos pienses. ¿Tenés idea de cómo hacés para digerir, de cómo funciona tu corazón, del trabajo que hacen tus pulmones? Es perfecto. sólo lo estropeas cuando pensás. El problema es que queremos que las cosas salgan de determinada manera. Que un hijo haga esto o lo otro. Que se lleven bien, que no llueva porque no te conviene, que en el trabajo las cosas no salgan como vos querés. Te estresas y toda tu máquina tan perfecta empieza a funcionar mal. Dejá de pensar y vas a vivir sana.
- Te repito: ¿vos podés?
- Totalmente, yo pienso acá porque es mi trabajo, pero cuando llego a mi casa se terminó. Hago todo lo que la máquina quiere. Claro, cuando tengo que arrancar al día siguiente, este quiere seguir durmiendo, tengo que sacudirlo, empujarlo, llenarlo de tazas de café para ponerlo en acción. Y pensará: ¿Pero que le pasa a este imbécil, no se da cuenta de que necesito descansar, de que no tengo ganas? Y se resiste. A veces hay que obligarlo, pero en cuanto deja de ser imprescindible, lo suelto. ¿Sabés qué pasa? Desde que nacemos nos ponen un chip lleno de preconceptos y conductas que aprendemos. Nosotros se las transmitimos a nuestros hijos. Porque un poco hay que hacerlo, para que vivan en sociedad. Pero ya basta, se terminaron las reglas. Llegó el momento de hacer estupideces. Ponete a hacer estupideces ya mismo. Olvidate de ponerle fichas al auto. Uy , se lo llevó la grúa, qué pena. Reíte de tus estupideces. No más controles, no quieras ser perfecta, no sirve para nada.
- Tengo miedo de ser una vieja estúpida…
- Te lo mereces, si lo disfrutás. Te pasaste toda la vida cumpliendo reglas. Entendeme: ni una regla tenés que cumplir más…
¿Diálogo con un padre? ¿con un maestro espiritual? ¿con un psicólogo?
No, con mi ginecólogo
Casi me olvidé de para qué había ido. Él también.
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