domingo, 21 de febrero de 2016

Como ella

Si mi color de pelo fuera el real. Si dejara de esforzarme por retener lo que ya se fue. Si estuviera realmente orgullosa de mis años, tanto que ni siquiera me interesara decirlo ni mostrarlo porque metiéndome en mi interior ya bastaría para estar plena. Si le diera a la literatura el lugar que se ganó entre mis intereses. Si no me desesperara por hacer que el día rindiera setenta y dos horas, si me pudiera reír de la perfección, si entendiera de una vez por todas que el esfuerzo me desgasta y no me hace más sonriente. Si me diera cuenta de que no voy a vivir más yendo a mil hasta mi no lejano último día. Si pudiera relajarme de verdad hasta que mi cara no delatara mi estrés y mi intolerancia. Si aprendiera a respetarme tal como soy, teniéndole paciencia a mi cansancio, a mi progresiva lentitud, a mis olvidos, si  tomara con humor mis intolerancias, si aprendiera a no depender de la opinión de los demás, si me sintiera segura aunque me quisieran menos por no ser perfecta, por no poder cumplir con todos, si me perdonara y me permitiera ser yo misma, tal vez sería como ella.
Hoy cuando la vi en un bar, me habría gustado que fuese un espejo.