lunes, 14 de julio de 2014

El valor de la insignificancia



Muy influenciada por "le maître" y su "Fête de l´insignifiance", cruzo el río en barco, de vuelta a Buenos Aires, subrayando el libro.  Una voz de hombre muy próxima, interrumpe mi concentración. Me saca de los detalles imperdibles que quiero retener.  Levanto la cabeza y, pasillo de por medio, veo al inoportuno:  un señor mayor -así lo habría llamado yo hace unas décadas- con el diario en la mano, le  lee a su mujer, sentada a su lado, una nota sobre  la final del Mundial de Football. Ella, con su Iphone entre las dos manos, sonríe en silencio. Ni un comentario. Ni una interrupción. El continúa, se detiene de tanto en tanto para formular una pregunta… ¿al periodista que escribió la nota?  Y él mismo se encarga de responder. Ella calla,  la cara radiante. Sus dedos pulgares tienen la velocidad de la luz.  De pronto él, sin darse cuenta, lee unos segundos para adentro. Ella no reclama que continúe. Yo aprovecho y vuelvo a mi libro, retomo un párrafo y me doy cuenta de que la idea esencial se me había escapado. De golpe la voz grave del cada vez más orgulloso lector resurge. Nadie lo contradice , nadie le cuestiona nada. Se siente entretenido, acompañado, su situación es ideal.  Ella feliz con su teléfono. Yo furiosa. Hago un esfuerzo para no decirle que a nadie le interesa su lectura más que a él y que para eso, hay un método ideal: leer en silencio, que su mujer igual va a seguir en su mundo y el resto de los pasajeros agradecidos. Me tapo un oído y con la otra mano sigo sosteniendo el libro. No sirve, claro. Lo odio.
Renuncio a mi lectura y me detengo a analizarlos. Lo que ella sabe hacer, seguro que naturalmente, es descartar todo lo que entra en sus oídos carente de interés y pasarlo a  nivel inconsciente. Para disfrutar de lo que realmente le interesa. Y él, no necesita que nadie lo escuche, le gusta leer en voz alta, discutir con el periodista, responderle y darse siempre la razón a sí mismo. Le molestaría tremendamente que ella hablara o lo interrumpiera. No la necesita.
De eso se trata  la insignificancia. Aprender a quererla es un arte. Indispensable para una existencia feliz. "No es posible cambiar este mundo, ni reformarlo, ni detener su desgraciada carrera hacia adelante. Sólo hay una resistencia posible: no tomárselo en serio" Salut, Milan!